Marcelino y Encarnación de novios,
junto con Palmira y Segundo de Mingo
Las relaciones surgían en lugares públicos: fiestas, bailes, fuentes o siguiendo a la mujer hasta su casa. En Moal, las relaciones comenzaban en las fuentes que había en distintos lugares del pueblo, especialmente la de Mingo, por estar mas céntrica y acudir a ella asiduamente durante el verano, al tener el agua más fresca y durante los bailes de pandero y castañuelas que se organizaban en la “Huerticona” o junto a casa Silvestre. Para manifestar el consentimiento a la relación se utilizaban los gestos y la mirada para después pasar a la palabra. La iniciativa siempre correspondía al hombre y se veían poco, normalmente los domingos y muchas veces bajo el control de una tercera persona que correspondía a un familiar de la novia y a la que trataban de esquivar o despistar cuando la relación había avanzado.
Boda de Pepe y María de Alonso
La familia del novio era la que tenía que pedir en nombre del hijo, la mano de la novia a sus padres. Este momento se aprovechaba para concretar los detalles y la fecha de la boda. La petición de mano formalizaba el noviazgo y a partir de ese momento los novios ya podían entrar en casa e incluso participar en las labores domésticas.
Carmen de Mingo (mi madre), poco después de casarse
La mujer que se pretendía casar debía aportar una dote o patrimonio al nuevo hogar, que era administrada por el marido, aunque no se podía gastar sin el consentimiento de la esposa. Cuando la dote tenía cierta importancia era normal hacer entre las familias un contrato previo al matrimonio, para poder recuperarla en caso de viudedad sin hijos o por nuevo matrimonio del marido.
La mujer también aportaba el ajuar, que consistía en el conjunto de ropas, muebles, cubertería, etc., con el que se nutrían para empezar a vestir el nuevo hogar. Las familias con recursos económicos encargaban también para sus hijas mantelerías, sábanas, toallas y camisones, todo ello bordado y con encajes, que se exponían en la casa de la novia junto con los regalos y el vestido de boda.
Boda de Amelia y Delfín. Los Padrinos Manolo de Alguerdo
y Celia de Chiquito
Juventud de Moal durante el banquete de boda
Boda de Isabel y Emilio. Los padrinos Fernando y Luisa
Camareros improvisados de boda en Moal
La comida se celebraba en casa de la novia o en el local del pueblo que mejores condiciones reuniese. Una vez acondicionado el espacio, se ultimaban los preparativos: se buscaba a la cocinera, se miraba quién podía hacer de camarero, se contrataba la música, etc. En Moal las celebraciones en los restaurantes no llegaron hasta finales de 1960. Las bodas de los "muirazos", que en esta comarca suroccidental asturiana son los varones primogénitos herederos de la hacienda familiar, se destacaban del resto de las bodas en que la comida se celebraba en casa de la novia, pero luego había también cena en la casa del novio, a la cual se tenían que desplazar los invitados, cuando éste era de otro pueblo, en caballerías y carros, hasta que a mediados de siglo llegaron los autocares.
Cocinera y camareras durante la boda de Luisa de Casín
El traje de novia también ha sufrido transformaciones a lo largo del tiempo, especialmente en su color. La novia usaba el mejor vestido para la ocasión, que además era de uso exclusivo y único. En las primeras décadas del siglo XX era normal usar los vestidos tradicionales de la zona, predominando los de color negro. Es a partir de los años 60 cuando el color blanco adquiere el protagonismo del que ha gozado hasta nuestros días.
Boda de Nides de Pepito y Manuela
No hay comentarios:
Publicar un comentario