lunes, 21 de abril de 2008

Las Curvas del Connio

Luis Felipe Fernández fue durante muchos años el director del Colegio Público de San Antolín de Ibias. En sus años como docente en el Colegio "Aurelio Menéndez" llevó a cabo una gran labor profesional, tratando por todos los medios que los alumnos de Ibias tuvieran las mismas oportunidades para desarrollar su labor que los de la Asturias central. Suyo fue el mérito de la "Semana Cultural de la Comunicación" que desde el año 1989 concentra en Ibias a grupos de teatro, corales, grupos de gaita ....y personas relacionadas con el mundo de los medios de comunicación o del deporte.

Igualmente puso en marcha en 1990 la maratón de futbol-sala, que reunía en Ibias a équipos de futbol-sala de Asturias, León y Galicia. Pues bien, Moal participó con su équipo durante varios años en esas jornadas deportivas que se desarrollaban en el vecino concejo y del cual sólo nos separa el puerto del Connio o el monte de Muniellos.

Luis Felipe, tomando como referencia la celebración de la etapa reina de la Vuelta Ciclista a España, que el día 3 de septiembre de 2006 se celebró entre Fonsagrada y el Alto de La Cobertoria y que una parte de la misma discurrió por los concejos de Ibias y Cangas del Narcea, publicó un artículo en el periódico La Nueva España, hablando de los avatares que siempre sufrieron los habitantes Ibienses. Como en Moal conocemos muy bien los sufrimientos y padecimientos de nuestros vecinos y muchos veces hemos sido también partícipes de su dolor y del abandono por parte de la administración, he considerado oportuno reflejar su artículo en este blog.


Carretera del Connio desde Moal

Miércoles, 3 de enero de 2007
TRIBUNA
LA NUEVA ESPAÑA 35
LUIS FELIPE FERNANDEZ

Hace pocas fechas la Vuelta pasó por San Antolín de Ibias. Por primera vez en la histo­ria del municipio, la carrera ciclista más importante de España visitó ese querido y entrañable rincón del suroccidente asturiano.

Y lo hizo atravesando la carretera más emblemática de todas, la carrete­ra más representativa de Ibias y de los ibienses. Lo hizo subiendo el puerto que durante décadas marcó el devenir de numerosas generaciones de los habitantes de ese concejo. Me refiero, claro está, al puerto del Connio.

Desde luego, el Connio es un puerto largo, difícil, duro a la vez que prometedor. Porque mientras fue la principal vía de entrada y salida del concejo (hasta la reciente inaugura­ción de los nuevos accesos por el Pozo de las Mujeres Muertas), repre­sentaba especialmente la comunica­ción, el contacto entre ese mundo íntimo que es Ibias con esa promesa de amplios horizontes culturales, sociales, económicos, que es el resto de Asturias, el resto de España...


Familia Mingo en el Connio (1986)

Por eso durante el desarrollo de la carrera por esa estrecha y serpentean­te carretera intenté imaginar cuales señan las sensaciones de los ciclistas durante el transcurso de la etapa. Me preguntaba si les invadió algún senti­miento especial mientras pedaleaban, entre curva y curva. O si, por el con­trario, para ellos se trataba de un puerto más, entre los muchos que deben escalar, ajenos por completo a las historias que encierra en la vida de la gente que lo atravesó cientos, miles de veces a lo largo de los años. No dejaba de darle vueltas a si les habría sugerido algo la pronunciada curva de El Esgobio que marca, una vez pasado Cecos, un giro radical a la carretera.


Area recreativa en Cecos

Si tuvieron oportunidad de ver la localidad de Centenales, a la izquierda de la marcha, durmiendo plácidamente pues apenas le queda un vecino. O si fueron conscientes de que casi sobrevolaron el pueblo de Valdebois, perdido en el fondo del valle; donde todavía es posible oír cantar al urogallo. Y ya camino de la cima, con la pendiente más suave, si percibieron que estaban a la altura de Peña Velosa, en el borde de la reserva de Muniellos. Me invadía la duda de si al coronar el puerto e iniciar el des­censo en dirección a Moal se habrían detenido un instante en A Mesa (en el bar El Refugio), para tomarse un trago de agua después del esfuerzo realizado y así recuperar fuerzas para el resto de la jornada....


Campera y acebos al lado del Refugio

Al margen de estos interrogantes (cuyas respuestas jamás podré averi­guar) de lo que no me quedó duda alguna fue de lo privilegiados que fueron los corredores, a pesar del sacrificio realizado, en su discurrir por la montaña. Acompañados de todas las medidas de seguridad, de los coches de apoyo, de la Guardia Civil de Tráfico para asegurarles que la carretera estuviera despejada, del helicóptero vigilándoles desde el aire, de las cámaras de televisión para informar de todo lo que sucedía al instante...


Guardia Civil en Moal

Al tiempo que recuperaba en mi memoria, con profunda nostalgia, la huella que en mí ha quedado de todos esos emblemáticos escenarios des­pués de haberlos recorrido en innu­merables ocasiones durante más de veinte años, no pude evitar que me viniera a la cabeza la imagen de todas las gentes de Ibias, que no tuvieron más alternativa que disputar de forma anónima un sinfín de etapas de ida y vuelta por las sinuosas y difíciles cur­vas del Connio para participar en esa carrera diaria que es la vida misma.

Recordé las duras etapas que tuvieron que librar los mineros que cada día acudían a las minas de Can­gas del Narcea. Etapas diarias luchan­do con la nieve, con la incertidumbre de si alcanzarían la meta. Con la necesidad de llegar al trabajo, ya que en caso contrario les descontaban la jornada completa de su sueldo. Me acordé de los carteros que diariamen­te se desplazaban a Cangas del Nar­cea a buscar la correspondencia en medio de las inclemencias meteoroló­gicas, luchando ante la adversidad. Arriesgándolo todo, con tal de que las cartas acudiesen puntualmente a su cita con sus destinatarios. Y del con­ductor del autobús que cada mañana y cada tarde servía como único enla­ce del transporte público con la capi­tal del concejo, que viajaba con la lógica preocupación de no encontrar­se a lo largo de la ruta con otro vehí­culo que le impidiese continuar la marcha, ante la estrechez de la carre­tera. Recordé con gran emoción y afecto a los escolares del Colegio Aurelio Menéndez acostumbrados, para conocer el mundo exterior, a soportar el mareo provocado por tanta y tanta curva, y a sufrir la nota­ble decepción que les invadía tras la suspensión de un desplazamiento debido al mal tiempo; o a los enfer­mos que tenían que ser evacuados en la ambulancia, que independiente­mente de la gravedad del paciente no podía aumentar su velocidad por la dificultad de la carretera...


Curvas en la carretera de Ibias (al fondo Moal)

Me acordé en definitiva de todos los vecinos y vecinas de Ibias, verda­deros corredores de fondo, tantos y tantos años condicionados por las malas comunicaciones; con la obliga­ción de desplazarse por el puerto en la más absoluta soledad, ante el silen­cio y el olvido de los responsables políticos. Me di cuenta entonces de lo afortunados que habían sido los ciclistas, pues para una vez que les tocaba ascenderlo, lo habían podido hacer en olor de multitudes y tratados como auténticos campeones.

Así que por último pensé: si las cámaras de televisión hubiesen retransmitido en directo, del mismo modo que una carrera ciclista, alguna de las etapas cotidianas que tuvieron que disputar los ibienses por el Con­nio, toda la sociedad asturiana se daría realmente cuenta de que los auténticos campeones no son los ciclistas por subirlo un día; sino los ciudadanos de Ibias por subirlo reite­radamente durante décadas, sin prota­gonismo alguno y sin recibir ninguna recompensa por tan callado esfuerzo.

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